Puede que muchos de vosotros no compartáis mi opinión, pero las matemáticas son preciosas y estoy segura de ello. ¿Por qué estoy tan segura? Porque las matemáticas se encuentran en la naturaleza y no hay nada más bello en este mundo que la naturaleza en su estado más puro. Podría poneros muchos ejemplos y hablaros del famoso número áureo, de las espirales, de las hélices, del número de Fibonacci...
Hoy voy a hablaros de algo que posiblemente ya conozcáis: los sorprendentes
fractales. Un fractal viene a ser el producto final que se

origina a través de la iteración infinita de un proceso geométrico bien especificado.
El término fue puesto por el matemático Mandelbrot en

1975 y deriva del

latín "fractus", que significa fracturado.
Uno de los primeros ejemplos lo propuso Koch, en 1904, con su famosa curva: el copo de nieve de Koch. Posteriormente llegaron los conjuntos de Julia en 1920, y 50 años más tarde el conjunto de Mandelbrot.
Por otra parte, el estudio de los fractales es aplicable a numerosos campos de la ciencia. Decir que un objeto real como una costa o una red capilar del sistema nervioso es un fractal, quiere decir que puede definirse un modelo matemático fractal que aproxima satisfactoriamente al objeto real en toda su franja de escalas limitadas por ciertos valores máximos y mínimos. Así se consideran fractales naturales las nubes, las montañas, los árboles y los ríos por ejemplo.
A partir de ahora espero que cuando observéis la naturaleza comprendáis qué es lo que vemos tan hermoso los matemáticos en esta ciencia.